Busqué,
como un ingenuo más,
ese abracadabra
que diera fin
a todos los reveses
que inventamos juntos.
En esas tardes de domingo
en las cuales
los viejos taladros
dormían sus siestas,
vos y yo
huíamos juntos
rodando como piedras
sobre nuestras tentaciones.
Las hamacas de tu patio
sonreían con crujidos
y fingían menesteres,
en esas tardes.
¿Te acordás?
Pero ahora,
cuando quiero
encontrar tu esencia,
sólo veo datos
y me encojo, enlutado,
mientras me voy alejando.
Aquellas tardes
se esfuman como cataratas verdes
y tus reproches
se resquebrajan como fruta vieja.
Ahora, que quiero
recordar tu nombre,
sólo encuentro un dato
y me arrugo, envejecido,
mientras me voy alejando.
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