No vengas, cuando esté muerto
a derramar tus tontas lágrimas sobre mi tumba
a pisotear alrededor de mi cabeza caída,
o a molestar al infeliz polvo que no guardarías.
Deja que el viento se lo lleve consigo
y que el chorlito sea el que llore;
pero vos, seguí adelante.
Niña, si hubiese sido tuyo el error o el crimen
ya no me importa, estando impuro:
casate con quien quieras,
pero yo estoy enfermo de tiempo,
y deseo descansar.
Muere, corazón débil
y dejame aquí donde yazgo.
Seguí adelante. Seguí de largo.
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