Ella camina por la noche eterna,
y los sabuesos del invierno la siguen.
Es fácil recordar mi amor por ella.
Los sabuesos del invierno
se están acercando.
Y es difícil saber
si no soy uno más entre todos ellos.
Ella baila sola en el círculo,
y de repente, tras sus pasos,
la tierra seca cede el paso
al verdor explosivo.
La sostengo entre los aires,
arriba de la distancia,
y veo el cañón que la señala.
Ella se desgarra.
Los sabuesos del invierno
se deleitan sobre su carne.
Y una lágrima de barro
se adhiere a mis zapatos
mientras me alejo,
muerto en vida,
roto, sucio,
avergonzado,
de sus despojos tristes.
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