y a veces,
la tristeza se enarbola en mi alma
para enrostrarme
todas esas mariposas muertas
que fui dejando.
y esas veces
no puedo escapar
de tu semblante o de tus lágrimas,
y entonces me asomo a mi propia felicidad
sintiendo el vértigo
de la culpa leve,
saboreando esa pizca de lo agrio
que envenena sutilmente
mis días de miel,
y mis manos de avena.
Pero siempre me rescatan del ayer
mis besos de esposa,
mis caricias de madre.
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