La lectura de la nota de tapa del suplemento "Las 12" del viernes pasado me trajo a la memoria todo un sinfín de sensaciones que los kilos de más de la maternidad generaron en mí.
Me encuentro con que otras mujeres se sienten, al igual que yo, molestas con su cuerpo, pero tal vez no todas están molestas con su cuerpo en sí, sino con la tiranía de los talles. Todas lo sabemos: a medida que nos hacemos adultas hechas y derechas y dejamos de ser pendejas, si queremos vestirnos como pendejas, tenemos que mantener una delgadez que no siempre se puede mantener. Por múltiples razones.
Verdades sabidas por todas: con la edad, el metabolismo se adormece, y engordamos más fácilmente, mientras que las dietas no surten tanto efecto. Y para alcanzar ese peso mínimo, se debe realizar un sacrificio enorme, algo para lo cual no todas tienen la fuerza de voluntad necesaria. Los hábitos alimenticios son pésimos: comemos todo el tiempo hidratos de carbono mezclados con proteínas y muchísimas grasas, y muy poca verdura y fruta. No todas hacemos la gimnasia que debiéramos.
Las pocas mujeres realmente hermosas consiguen lo que quieren (en tanto se dejen montar, claro), porque es un mundo de hombres, y los hombres poderosos les dan cualquier cosa a las mujeres hermosas, para tenerlas como trofeo y montarlas. Las mujeres hermosas, cuando envejecen, dejan de ser hermosas y ya no sirven como trofeo. Por eso están obsesionadas con los tratamientos estéticos, y por eso son reemplazadas por trofeos más jóvenes cuando cumplen 50 aproximadamente.
Las mujeres hermosas son engreídas en su gran mayoría, y disfrutan haciendo que las feas y las gordas se sientan mal, por eso les refregan su hermosura siempre que pueden, o les señalan sus deficiencias estéticas con comentarios sardónicos o lo que es peor, disfrazan sus comentarios de bienintencionados. Disfrutan cuando sólo ellas pueden usar determinados diseños.
Las feas y las gordas tienen que esforzarse el doble para cualquier cosa que quieran hacer. Gorda no equivale a fea, pero muchos hombres nunca tocarían a una gorda a menos que estuvieran desesperados. Muchos hombres directamente no miran a una mujer gorda. Es como si la gordura deviniera en invisibilidad. Una gorda no es objeto de deseo. Pero, siendo justa, un gordo tampoco, para la gran mayoría de las mujeres, incluyendo las que son gordas.
Los negocios de pendejas tienen talles muy chicos. Apenas 4 o 5 talles, de 38 a 42 nada más, porque de lo contrario unas "vacas" andarían luciendo sus modelos. Y no quieren eso, no quieren ser "la marca de las gordas". La mayoría de las mujeres siente vergüenza y/o descontento a causa de su propio cuerpo.
Y ese descontento lo sienten incluso las mujeres que no son gordas. Porque la tiranía de los talles abarca a mujeres que están en un peso sano, desde el punto de vista de los índices de masa corporal. Sin ir más lejos, las mujeres altas tienen mayores problemas de conseguir ropa en los negocios de pendejas, porque arrancan con talles más grandes. Si no están en un peso mínimo, sino sano, tampoco consiguen determinados modelos de ropa.
Volviendo a la gordura, déjenme decir que es mala para la salud. Demasiado peso arruina las articulaciones, comer de más puede ocasionar problemas de colesterol, de diabetes, de triglicéridos. Pero no me quiero poner técnica. No soy médica, asi que tampoco quiero hablar por boca de ganso. Claro que estamos hablando de una gordura que no es sobrepeso, sino que es obesidad, que excede determinados límites. El sobrepeso no debería ser tan traumático y sin embargo, lo es, por causas culturales. Y tiene razón la cronista de "Las 12". Se sufre mucho, en especial durante la adolescencia.
¿La solución? No es una ley de talles. No es una bucólica hermandad en la que nadie ve si estás obeso o no: la obesidad es mala para la salud, por ende, no debe promoverse que existe belleza en la obesidad. Sin embargo, tampoco debe estigmatizarse. La solución es el fortalecimiento personal, la determinación. El cambio de paradigma de belleza: belleza es salud, por ende, más o menos tetas, más o menos cintura, más o menos culo, no importan, en tanto exista salud. Somos un ser espiritual que se manifiesta mediante un cuerpo, que existe mediante un cuerpo. Dejemos de preocuparnos entonces tanto por la belleza de ese cuerpo, y busquemos su salud, y embellezcamos nuestro espíritu con sabiduría, alegría y buenas acciones. La gente engreída de su cuerpo está presa de lo material, y cuando su juventud se desvanece y gradualmente dejan de ser hermosos, sólo les queda quererse cada vez menos y volverse amargados por su gradual descenso hacia la fealdad de la vejez.
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