jueves, 9 de septiembre de 2010

Hace tanto...

Dejé de escribir, un poco porque ahora que soy mamá, no tengo tanto tiempo para mí. Y otro poco, porque no sentía la necesidad de expresar algo, estaba felizmente ocupada en ser mamá.

Cambiaron muchas cosas de mi vida cotidiana, pero más cambió mi modo de verla. Es que un hijo hace eso. Te necesita en todo momento, te reclama, te da felicidad con una sonrisa y ganas de matarlo cuando te despierta a las 6.30 y vos tenés que levantarte para ir a laburar a las 7.15, porque te cagó 45 minutos de sueño que valen oro... y después, sonríe o se ríe y lo amás porque es tu hijo y todo lo que hace, desde sonreír hasta agarrar ese sonajero de peluche, o girar la manito, o balbucear ininteligibles frases, te da orgullo hasta reventar. Y si no estás con él lo extrañás, pero por otra parte, estás aliviado de que tenés un respiro. Pero cambiarías todos los respiros del mundo por estar ahí con él.

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