Hoy me levanté a duras penas y gracias al sacudón que me dio mi marido, indicándome, con voz suave: "Levantate que son las siete y veinte y si no vas a llegar tarde". Así lo hice, venciendo los ojos semicerrados y lagañas que comenzaban a parecerse a telarañas.
Me bañé en tiempo récord -que, para mí, implica no tardar más de veinte minutos- y me peiné, encremé y vestí también con suma celeridad, luego de lo cual lavé los platos que habían quedado sucios de la cena, desayuné, le di al bebé su yogur, le cambié los pañales y la ropa dos veces (porque mientras estaba a punto de ponerle el pañal, hizo pis en el aire y se mojó la ropa recién puesta), caminé hasta el subte y logré entrar en uno en hora pico, a codazo limpio.
Y llegué temprano al trabajo.
¿No soy una superheroína?
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