No existe cosa más terrible que ponerse a esperar que algo suceda, sin tener nada, pero absolutamente nada que hacer en el ínterin. Ese tiempo medio es como un no-tiempo, ya que está lleno de tensión, pero de poca cosa más. Es decir, cuando se espera, todo el cuerpo busca una tarea en la que ocuparse, sin resignarse a esperar quedamente, en quietud total.
Cómo se hace para poner toda la energía en esperar, me pregunto. Cómo se hace pare desentenderse de todo, y ocupar la mente en esperar y nada más, sin tener que andar retorciendo dedos o zapateando, o toqueteando el celular, o escuchando música por auriculares.
Y por otro lado, me pregunto cuál es la utilidad de esperar en quietud y en silencio. Es en ese momento en el que me doy cuenta de que al esperar de ese modo, todo mi ser está rezando para que algo suceda.
Porque a la inversa, si me pregunto cuál es la ventaja de ocuparme en zapatear, retorcerme los dedos, hablar hasta por los codos con extraños de temas intrascendentes, o enviar mensajes de texto o jugar juegos tontos con el celular, descubro que obrar de ese modo tampoco tiene ninguna utilidad. Y encima, hace que vuelque mi espíritu hacia la mediocridad, cuando podría estar meditando o buscando una transcendencia.
La quietud en el cuerpo es como el silencio en el espíritu, y ambas son necesarias para abrirse a lo transcendente.
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