Acá viene la confesión. Soy friki. Y me gusta serlo, claro. Paso a enumerar las pruebas.
1) Desde pequeña, muy pequeña, mi juguete favorito era el Hombre Araña articulado. Ése y el Bebé Mollo, que era un bebé de trapo con carita de plástico y un chupete inamovible. Supongo que el Bebé Mollo (nombre genial, si los hubo) fue una concesión a mi incipiente espíritu de madre, porque también lo amaba. Pero una de mis mejores fotos infantiles es con Spidey conmigo muy cerca de mi corazón.
2) Mi amor imposible era el Príncipe Felipe. Recuerden que este hombre de acetato animado llevaba armadura y la Espada de la Verdad, y mató a un dragón (bah, a Maléfica, pero estaba transformada en dragón). Ya desde mi más tierna infancia, me gustaban los hombres viriles que saben decapitar monstruos.
3) Cuando las nenas leían revistas de la Pequeña Lulú, yo leía las de Superman y Batman, y la Liga de la Justicia. Y también leía Nippur de Lagash, cómo me gustaba...
4) Me casé con un friki. Competimos todos los días por alcanzar nuevos límites de frikiadas...
5) Leí "El hobbit", y "El Señor de los Anillos" a los 10 años, sí. Y qué miedo me daba irme a dormir con esos Nazgul a caballo persiguiéndolo a Frodo y a los otros hobbits.
6) Siempre que me dicen: boluda, tenés que ver... se completa la frase con un animé, o una película o serie de zombies, o una de elfos y enanos, o una de ciencia ficción.
7) Juego rol. Sí, tengo 33 años y me sigue divirtiendo juntarme con amigos y limarla con que soy un superhéroe mutante, o una guerrera vikinga, o una hechicera, o una samurai... y me gusta tirar los dados, y cuando logro algo monumentalmente imposible en la ficción, me pongo contenta como una nena, como ésa que amaba a su Spiderman articulado...
Así que mi propósito para este 2013 es contagiar la alegría y extender la frikiada entre los hombres y las mujeres de buena voluntad.
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