domingo, 16 de septiembre de 2012

Kiki, la brujita, me trajo un salamín de campo.

Por un lado, me resisto a dormirme porque quiero aprovechar que Maren y Marco duermen para encontrar las palabras que pongan mi alma en versos, algo que me resulta esquivo en estos días que no sale el sol sino tu rostro antiguo y sonriente como gatito de cheshire.

Y por el otro, me duele tanto pero tanto el cuerpo... cada músculo me recuerda su existencia inflamándose a propósito, y sé que mañana me espera un expediente enorme, de dientes afilados y ojos saltones e inyectados en un capuccino que me va a agujerear el estómago...

¿Qué hago con mi propio cuerpo, que se empecina en recordarme que no soy eternamente joven?

Voy a cuidarlo un poco, al menos esta vez. ¿Cepillo? ¿Dónde estás? Acá está el cepillo. Dientes limpios y saludables. Vaso de agua. Almohada y abrazo a bebé que duerme cerca de mi corazón. Ay, cómo lo malcrío.

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